lunes, 16 de enero de 2012

EL ARCA OBRERA


No, en Ferrowhite no estamos acumulando reservas de agua alertados por algún pronóstico de guerra mundial inminente. Tampoco es que nos dio mucha sed y decidimos saciarla de una buena vez. En realidad, el agua del dispenser sí se acabó, pero los recipientes plásticos de la foto, todos vacíos, no vienen a solucionar ese pequeño inconveniente. Están acá para otra cosa. Y desde ya, les vamos anticipando, son tan caros a esta institución como un reloj de roble o una campana de bronce. Porque en este museo los objetos valen en tanto materializan vínculos, en tanto son, por ejemplo, punto de partida o de llegada de esa relación social tan fundamental como problemática que es el trabajo. Razón por la cual, digamos de paso, a pesar de sus normas de inventario y de su depósito con deshumidificadores, tal vez este museo no tenga una "colección", si con este término se alude a un orden autosuficiente, en el que las cosas se relacionan con las cosas, al margen de los acontecimientos pasados y presentes.

Es que, aunque las vitrinas de los museos a veces alienten esa ilusión, ningún objeto tiene una sola identidad, una única función, un modo de ser unívoco, definitivo, permanente. Como puede que nosotros tampoco lo tengamos. En principio, porque nada existe en solitario. Cada existencia es un nudo en una red material de vínculos en la que incluso la distinción neta entre personas y cosas, podríamos pensar, se vuelve contingente. A fin de cuentas, las cosas actúan sobre nosotros, tanto como nosotros sobre ellas.

¿Y entonces con los bidones qué? Con los bidones vamos a flotar. Ese es nuestro sueño para una de estas noches de verano. A flotar mi amor, cantando como se nos canta, vamos a flotar. No hace falta ir muy lejos. Flotar por acá nomás, con todo lo que eso hoy por hoy eso implica. Flotar como ellos en esta foto.


Ahí está Atilio Miglianelli, más joven de lo que lo conocimos, tan pensativo como se lo veía a veces, y están sus compañeros del equipo de buceo de la usina General San Martín, posando para la posteridad sobre una balsa hecha con palets de madera y tambores de aceite, justo acá a la vuelta, en proximidades de lo que para nosotros es La Rambla de Arrieta pero para ellos era la "marea del castillo". La foto la trajo Angel Caputo y, desde aquel día, la idea fue madurando en la acalorada cabeza de nuestro compañero Guillermo Beluzo. ¿Cómo sería esa balsa hoy? se preguntaba Guillermo, a la hora del primer mate, mientras calzaba la boca del termo en el pico del dispenser. Hasta que una mañana de verano apareció con este dibujo:


Fue entonces que nos preguntamos ¿Pero bidones por qué? Nuestras respuestas solo pueden asumir la forma de un diálogo solemne:

- Porque el cilindro constituye un elemento formal dominante en el paisaje que nos rodea. Vean, si no, las plantas de silos de Toepfer, Bunge, Dreyfus, Cargill.
- Porque tanto el suministro y la calidad del agua potable que portan -liquido que, por cierto, representa un insumo crítico en la producción local del plástico a partir del cual están hechos-, como el destino de las aguas de la ría que estos envases van a surcar, se encuentran en el centro álgido de las preocupaciones públicas bahienses.
- Porque el problema del agua ya existía, aunque en otros términos, hace más de un siglo, teniendo en cuenta este informe del año 1897, en el que el Ingeniero Julio B. Figueroa reporta la frecuente contaminación de las aguas de pozo, así como lamenta que las perforaciones realizadas por el Ferrocarril Sud, siendo más apropiadas, tuvieran “por fin principal la alimentación de las máquinas locomotoras”.
- Porque los municipales que planeamos llevarnos a la playa los libros de Laclau, no podemos dejar de ver en tantos bidones el juego indecidible entre “significantes vacíos” y “significantes flotantes” en el que consiste la política.
- Porque no tenemos un mango, y los envases pinchados te los regalan.
Como se ve, el recipiente es puro contenido.


Puede por supuesto que este proyecto naufrague. Tratándose de una balsa ¿No sería lo más natural del mundo? Entre tanto, con su color azul translúcido, menos parecida -esperamos- a La Balsa de la Medusa que a las aguavivas de Monte Hermoso, nuestra embarcación empieza a tomar forma. Allá vamos.

6 comentarios:

Celeste dijo...

Buenos vientos para esta nueva idea!

Unknown dijo...

Hola avanti con la balsa. salvando las distancias nosotros acá en Río Colorado también armamos una. proximamente va foto. el lunes 23 zarpamos. esperemos buenos vientos
saludos
José

Ferrowhite dijo...

Muchas gracias, Celeste. Por el momento soplan bien!

Ferrowhite dijo...

Qué bueno, José! Esperamos esas fotos y compartimos la experiencia.
Abrazo!

Sarita dijo...

Son unos genios! me encantaria alguna vez trabajar con y para ustedes!, besos, Sarita.

Ferrowhite dijo...

Gracias, Sarita. Para colaborar con nosotros, no tenés más que acercarte al museo una mañana de estas.